A propósito de Eklips, Moderna Museet, Estocolmo
por Martí Manen
Tiempo de crisis. No únicamente económica, sino también de legitimidad de los modelos políticos, de los sistemas educativos, de las relaciones sociales y sobre el papel de la cultura en todo ésto. Observando nuestro alrededor desde una óptica pesimista podríamos decir que la distopía ya llegó.
Pero frente al derrotismo y la crisis aparecen opciones y posibilidades de actuación. Desde el contexto artístico se observan algunas actitudes que, en vez de cruzarse de brazos, buscan estrategias para salir hacia delante. Desde la autoorganización prescindiendo de las estructuras preestablecidas, pasando por la creación colectiva que se posiciona frente a las dinámicas y ritmos del capitalismo global, también el trabajo de incidencia política y de generación de nuevas plataformas para demostrar que existen otras voces, la aproximación para-documental que desde el arte contemporáneo se puede hacer de la realidad mostrando otras aproximaciones más allá de las habituales y, paralelamente, un retorno a la subjetividad que no busca la simplificación sino trabajar con la complejidad. Como toda la cultura, el sector artístico salta constantemente de una actitud moderna a una postmoderna (y allí seguimos anclados).
En la opción de aceptar la complejidad desde la subjetividad artística aparece Eklips, la exposición que ha ocupado el periodo veraniego de Moderna Museet en Estocolmo. Bajo el comisariado de Magnus af Petersens, Eklips nos acerca al trabajo de artistas como Anri Sala, Mike Nelson, Natalie Djuberg o Michael Borremans y crea también cierta genealogía de la complejidad y el sujeto en arte.
Paul McCarthy se convierte en el referente. Su trabajo con personajes y la representación, su gusto por lo evidentemente falso y un uso del asco ficticio como estrategia de definición humana (y al mismo tiempo manteniendo una enorme capcidad crítica y un contenido en múltiples capas) convierten a McCarthy en el perfecto modelo de qué hacer cuando todo es complicado: proponer cosas que parezcan simples pero que de simples no tienen nada, pervirtiendo lo habitual y generando otros ritmos de narración que permitan un acercamiento crítico a los temas principales baj una perspectiva de actualidad
En esta óptica resulta excelente la presentación en Eklips de dos nuevos trabajos de Natalie Djurberg. Sus animaciones presentan historias complejas bajo un perfil de análisis psicológico. En el primero, una chica mata a cuchillazos a una foca para despellejarla y, posteriormente, desnudarse y encerrarse dentro de la piel para intentar ser la foca. En el otro vídeo, un hombre y una mujer, asustados, ven como escapan de sus culos un mono y un rinoceronte que intentarán volver a entrar. De algún modo, se plantean temas de identidad sin necesidad de ser directo, jugando con cierto malestar de la imagen y una capacidad alegórica importante.
También Mike Nelson, con un espacio construido que se apropia de cierta estética carcelera, ofrece otras narrativas que no tienen porqué ser lineales. Como si se tratara de recuerdos en el cerebro, Nelson obliga al visitante a realizar infinitos recovecos para terminar llegando al mismo lugar de origen y sin dar la información válida para construir la posible serie de historias que allí se encuentran.
Unode los trabajos más directos de la exposición lo realiza Ellen Gallagher al reconfigurar páginas de periódico para alejarse de los standards de raza que dominan las publicaciones diarias. Aunque seguramente resulta más interesante aproximarse a la complejidad que ofrecen otros de los trabajos presentados.
Y complejidad no significa dificultad. Lo que termina destacando en la exposición es el hecho de que el arte es también una plataforma válida desde la que realizar un análisis polisémico de la realidad sin voluntad de llegar a conclusiones simples, partiendo de sensaciones más que de afirmaciones, ofreciendo derivaciones más que slogans de rápido consumo.
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